Antón Luaces
Desde que, en febrero del año pasado, se diera el primer paso para que las cofradías de pescadores gallegas iniciaran el proceso de acudir en una única convocatoria a las elecciones por las que unos 13.000 socios de los 62 pósitos gallegos han elegido en listas abiertas a sus representantes tanto locales como provinciales y autonómicos, pocos cambios -exceptuando los de las personas que han accedido a esos puestos- se han producido.
De todo se ha planteado por parte de algunos entonces candidatos. Lo más recurrente ha sido la transparencia y la actuación para que sector y administración vayan de la mano. También, que al frente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores haya alternancia y que esta permita que la provincia de Lugo ostente la misma cuando, por turno, le corresponda.
De las 62 cofradías de pescadores existentes en la comunidad gallega, la mayoría están ubicadas en territorio de la provincia de A Coruña. Le sigue Pontevedra y, a mucha distancia, Lugo. Y no es fácil que se logre cambiar la mentalidad de las mayorías, de no surgir en la provincia lucenses un verdadero mirlo blanco que lleve a un inesperado consenso.
La provincia de Lugo, con tan sólo seis pósitos -algunos de ellos, casos como los de Burela y Celeiro, de los más importantes de Galicia- nunca podrían lograr la presidencia de la Federación Galega si, como hasta ahora, prevalece en la elección del presidente el número de votos otorgados -sistema democrático- sobre lo que, hasta ahora, no es sino el deseo ya expresado de que la alternancia en la presidencia permita optar, efectivamente, a que se vote a un candidato concreto por cada provincia, algo que podría no ser considerado democrático ni transparente.
Basilio Otero, patrón mayor de Burela, sostiene que Lugo puede desempeñar la presidencia de la gallega; pero es necesario, para ello, que los patrones mayores de las cofradías de A Coruña y Pontevedra alcancen el consenso necesario para que, dentro de cuatro años, se apoye que un representante de la Federación Provincial de Confrarías de la provincia de Lugo represente durante cuatro años los intereses de todos los pósitos gallegos. Y no parece que este sea, de momento, el ánimo de coruñeses y pontevedreses, más enfrascados en la problemática que les afecta a ellos en el conjunto de Galicia que a darle a la Federación gallega ese cambio que algunos propugnan para las todavía lejanas elecciones de 2018.
¿A qué carta quedarse, entonces?
Las cofradías, nacidas hace ya más de 800 años con otra estructura diferente a la actual, tienen ante sí un verdadero desafío como entes sin ánimo de lucro que complementan la actividad de la administración pesquera española. En Galicia son esenciales por muchos motivos. La red de pósitos lucenses no parece ser suficiente para lograr que los votos que concedan sus representantes permitan la presidencia gallega para uno de ellos.
Si, como el patrón mayor de Burela propuso en su momento, debe haber una provincia diferente al frente de la Galega en cada legislatura, mucho han de cambiar las cosas o, como ya se ha expresado, de Lugo tiene que salir un candidato que concite el interés de una mayoría amplia de los demás socios. Y no va a ser fácil.
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